miércoles, julio 27, 2005

Repaso
* PGR: ¿justicia al mejor postor?


Carlos Gallardo Sánchez
Entre la ambigüedad y la sospecha oscila el caso de una violación en donde la posible víctima fue una empleada del poder legislativo local. ¿La justicia se vendió al mejor postor? Si eso no ocurrió, el hermetismo con el que actuó la PGJ se presta a cualquier interpretación. ¿Seguirá en Morelos la impunidad en contra de la integridad física y moral de las mujeres?

Todo resulta confuso en torno a la presunta violación que sufriera una empleada del congreso local por parte de tres individuos, uno de los cuales responde al nombre de Miguel Ángel Cornejo de la Peña.
De acuerdo con el reporte policiaco respectivo, la agresión sexual se consumó durante una reunión a la que acudieron cerca de 12 personas, según las declaraciones que la propia afectada rindió a los elementos de seguridad que en primera instancia, de manera fortuita, presenciaron lo que consideraban un pleito de pareja en la vía pública.
El delito de violación, según nos orientaron los que saben más de la cosa jurídica, se persigue de oficio. Por nuestra parte, al margen de lo que la ley establezca al respecto, consideramos que las autoridades respectivas deben actuar con total rectitud en ese tipo de delitos, sobre todo por el incremento en Morelos de los casos de violencia en contra de las mujeres, que incluso ha llegado al extremo de los asesinatos.
Pero contrario a lo que se espera, parece que el asunto al que nos referimos dio un giro radical. Es decir, el desenlace se presenta como si se hubiese tratado de un juego.
Según trascendió, la víctima se desistió de cualquier demanda penal, cosa que nos sorprendió porque en el reporte al que aludimos renglones arriba se narraba el rencor, el dolor, la frustración, que ella experimentaba por lo que asegura que le hicieron.
Por otro lado, también resulta sorprendente, por no decir sospechoso, el hecho que en la Procuraduría General de Justicia (PGJ), cuyo titular es Hugo Bello Ocampo, se guardara un total hermetismo y prácticamente se hicieran como si el muerto les hablaba cuando los representantes de los medios de comunicación solicitaron mayores informes al respecto.
¿Qué pasó, entonces? Lo más reprobable es que se diga que una mujer en estado de ebriedad montó todo un espectáculo para disimular sus ligerezas. Eso resulta ofensivo para la dignidad humana y para la inteligencia de todos nosotros. Tanta nebulosidad nos mueve a pensar que pesó más el influyentismo, que la impartición de justicia. ¿Quién es ese Miguel Ángel Cornejo de la Peña? ¿Qué rey poderoso en lo público, lo económico o lo político lo ampara, para que se le dejase en libertad de manera inmediata?
Todo pudo ocurrir. Por ejemplo, que se indemnizara económicamente a la presunta víctima. Eso sería deleznable en todos sentidos. Es como intentar comprar la honra de una persona. Quizá, también la “convencieron” del escarnio social al que podría estar supeditada o incluso amenazarla con mayores agresiones en caso de que decidiera denunciar penalmente a sus agresores.
La celeridad con la que prácticamente intentan cerrar en la PGJ este caso es lamentable. Bien valdría la pena saber lo que opina la afectada. Nosotros sabemos qué puesto desempeña en el congreso local, tenemos los datos acerca de su domicilio y, desde luego, su nombre y profesión. Hay también instancias de derechos humanos a los que pueda acudir y, por qué no, está también el espacio de este periódico en caso de que desee denunciar cualquier tipo de presión a la que fue sometida. Sería por dignidad y para no permitir que ningún individuo se salga con la suya. Hay que extirpar a esas lacras sociales, que no sólo se dan en los arrabales citadinos. También en las zonas residenciales pululan.

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